LOS MERCADOS DE PULGAS Y LA VENTA DE IMÁGENES DE OTRO TIEMPO
Por Daniela Senn
De todos los objetos posibles de encontrar en una venta de garaje o feria de pulgas como le decimos en mi país (Chile), siempre han llamado mi atención las colecciones fotográficas o los ejemplares sueltos que se ofrecen en algunos puestos. Aunque algunas veces las encontramos protegidas con fundas, catalogadas o dentro de los mismos álbumes en donde las familias de entonces solían mirarlas, en otras oportunidades aparecen simplemente dentro de una caja, junto con otros objetos que son vendidos por un Euro. Por lo bajo paradojal parece ser la obsolescencia en la que la foto en tanto objeto ha entrado en los últimos tiempos. Si antes el álbum familiar llegaba a ser incluso un signo de estatus, formando parte del cotidiano que no cualquier grupo podía permitirse, hoy en día se encuentra junto con otros cachivaches, a veces olvidando su potencial de ser tratado como antigüedad o documento histórico.
Casi de manera involuntaria, termino siempre yendo al mercado de pulgas de la ciudad donde esté viviendo o de paso. En mi actual ciudad (Colonia), de hecho, cada fin de semana existe una amplia oferta de mercados para visitar, siendo posible encontrar desde una bicicleta usada, un puesto de Curry Wurst, hasta la foto de primera comunión de la bisabuela de quien está vendiéndola. He encontrado retratos con poses “propias de la fotografía del siglo XIX: rostro, medio cuerpo o de pie, apoyados en una silla.” (Matthews, 2005: 22), llevándome la sorpresa que muchos de ellos pertenecen efectivamente al siglo antepasado o a principios del siglo XX.
Si bien no me siento muy cómoda comprando retratos de personas desconocidas o de familias por considerarlo demasiado íntimo -algo de pudor dejaron en mí 13 largos años de enseñanza en un colegio católico-, sí me he visto muchas veces comprando retratos, además de fotos de paisajes, de edificios o esquinas de hace varias décadas atrás, tarjetas postales o ilustraciones que solían venderse en los años en que el teléfono era todavía una innovación. Aparecen estampillas de imperios ya desarticulados, motivos que hoy en día estarían gracias a la historia prohibidos[1] o incluso sellos o estampas de otros servicios públicos que algo tuvieron que ver con el uso dado a esa imagen.
En un mercado de Praga encontré, por ejemplo, este retrato de estudio que terminó siendo usado como tarjeta de identificación para la línea de transporte público del Imperio Austrohúngaro. Gisela Fiala –quien además firma en el reverso– habría obtenido su tarjeta el 23 de octubre de 1913, con la cual podía probar su identidad y hacer uso de trenes y barcos de la compañía. Se ven además un par de estampas y hasta dos perforaciones que presumiblemente fueron realizadas durante un control. Pilsen, ciudad en donde se obtuvo la documentación, está ubicada en las cercanías de Praga y para ese entonces contaba también con una fuerte actividad industrial. Apenas unos meses después de la fecha de emisión del documento, se desataría la primera guerra mundial, por lo que me atrevería a suponer que Gisela formó parte de aquel grupo de mujeres que durante la guerra fue llamada a ocupar los puestos trabajo que los hombres ocupados en la guerra habían dejado vacantes, participando de ese modo de la vida social más allá de lo doméstico.
Lo que tenía en mis manos no era un retrato como los demás revueltos en la caja, sino que se trataba de un documento de identificación de una persona que no existía más para viajar en una compañía de transportes extinta perteneciente a un imperio disuelto. Las dependencias que albergaban al estudio fotográfico probablemente hoy tampoco se ven como en ese entonces, si acaso aún existen.
Un medio tan innovador como la fotografía para ese entonces no era de acceso fácil. Tanto así que la misma compañía de transportes no contaba con el servicio dentro de sus mismas oficinas, sino que eran los mismos usuarios quienes debían realizarse la toma fotográfica en otro sitio para poder luego estampar sus datos al reverso. Tiendo a pensar que este tipo de identificaciones costaban una suma importante de dinero, o así al menos habría sido en mi país, en donde para inicios de siglo XX sólo las familias más adineradas accedían a fotografiarse en un estudio[2].
Y fue tal vez debido a esa comparación que constantemente hago entre ambos continentes, que en esa feria de pulgas me sentí profundamente atraída a rescatar de la caja de cartón alguna pieza, liberándola así del inevitable deterioro que sufriría tras horas bajo la lluvia fina que había empezado a caer. Habiendo nacido bastante lejos de lo que se conoce como centro del mundo, me es difícil esconder la sorpresa y la fascinación por los objetos con los cuales guardo una distancia no sólo temporal, sino también cultural. Al tiempo que abrí mis ojos de par en par, sujeté la tarjeta de identificación de Gisela y pregunté por el precio en un inglés de inconfundible acento hispanohablante, supe que debía aceptar pagar más que un solo Euro.
Esperando que los historiadores del futuro se interesen por una caja de cartón llena de hallazgos sin clasificar que nada tienen que ver con mi propia historia, es que me seguiré empeñando en atesorar instantes por los que, hace más o menos un siglo, pasó un destello de luz.
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* Doctoranda del Instituto de Historia Ibérica y Latinoamericana de la Universität zu Köln.
[1] Como esa estampilla que exhibe el rostro de Hitler, la cual prefiero no enseñar aquí, ya que en cualquier mente se robaría inmediatamente el protagonismo y lo que menos me mueven son ganas de hablar de él. La imagen es fácil de encontrar en Google.
[2] Esto considerando que apenas en 1848 se fundaba el primer estudio que trabajaba con daguerrotipos en Valparaíso, costa de la zona centro. (Csillag, 2000: 28) Técnicas posteriores o formatos novedosos fueron seguramente igualmente costosos.
Referencias
Csillag, Ilonka. 2000. Conservación de Fotografía Patrimonial. Centro Nacional de Conservación y Restauración de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (DIBAM, actual Servicio Nacional del Patrimonio Cultural): Santiago.
Matthews, Mariana. 2005. "Fotografía en la frontera. El trabajo de la Valck en el sur chileno". En: Alvarado, Margarita y Matthews, Mariana. Los Pioneros Valck. Un Siglo de Fotografía en el Sur de Chile. Pehuen: Santiago.