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EL MAL DE OJO COMO METÁFORA DE LA NOCIÓN DE ARTE

Por Anel Mendoza Prieto


A. Descripción del fenómeno:

El mal de ojo, o mal de aire es una práctica ritual viva en los pueblos de México. Este mal da con mayor frecuencia a los niños pequeños, y las causas divergen: si alguien mira fijamente al niño o por mucho tiempo, si el niño está en un sitio con mucha gente o cerca de una cazuela donde se fríe mucha comida, o si alguien desconocido desea abrazar al niño. Puede haber más razones. También puede no existir razón alguna: dar de repente.


Fotografía: Pamela Matz, 2009. "Anel Mendoza gestante".


El mal de ojo, en el pueblo de Santa María Magdalena Ocotitlán, se asume como una especie de enfermedad momentánea inevitable que ataca al niño por causas misteriosas, entre físicas, emocionales y espirituales. Cuando a un niño le da mal de ojo, aparece la necesidad inmediata de curarlo: limpiarlo. La tía Lucy es experta en limpiar a los niños cuando les da este mal.


El principal síntoma de un niño con mal de ojo (o también llamado aire) es un llanto particular. Un llanto que no es de necesidad o de capricho, un llanto sin fondo, sin causa aparente y sin parar. Un desconsuelo. Un vacío. Un desasosiego, más o menos, se puede decir, de orden espiritual.


Las mujeres de la casa se esmeran en preparar lo que ha de ser la limpia del niño, reuniendo los materiales: un huevo, un poco de alcohol, un vaso con agua pura.


En el pueblo se busca a una mujer cabrona (el adjetivo connota fuerza chamánica, una mujer experta en humanidad, una mujer de las que se ríen fuerte, una especie de bruja sabia en cuestiones de la vida, a opinión de la gente) para que sea ella quien limpie al escuincle. Generalmente la búsqueda se concreta con una frase cercana a esta: ándale mi hija, ve a buscar a doña Lucy que le venga a curar el aire a tu hermanito.


La chamana llega enseguida y, mientras las mujeres desnudan al bebé en una habitación tibia, sin corrientes de aire, Lucy primero empapa el huevo con el alcohol, luego pasa el huevo por el cuerpo del niño, de una forma específica, como acariciándolo, a un ritmo, más o menos uniforme. Al final, se reza un padre nuestro y Lucy abre el huevo que hubo de pasar por el cuerpo del niño, y vacía el contenido en el vaso con agua.


Aparecen signos en el vaso. Usualmente hay pequeñas esferas transparentes en la clara, esos son llamados “ojitos”, en la creencia del mal de ojo. Esos ojitos son el demonio, la maldad, lo que hacía daño, lo que provocaba el desconsuelo. Los ojitos malignos ya están ahí, habiendo sido retirados al contacto del cuerpo del niño con el huevo. Y quedaron atrapados, encapsulados en un vaso con agua: son inofensivos. Verlos en el vaso, analizar su forma y asombrarse al interpretarlos, es parte de este ritual de sanación y tiene que ver con la materialización de la causa de un mal mayor: el desconsuelo. Se los tira afuera de la casa. El niño duerme como un bendito. Es infalible.


B. Ideas para vincular el mal de ojo con la noción de arte:


1. La maldad es incomprensible y está vinculada con la fuerza misteriosa del cosmos, con la incertidumbre de la enigmática divinidad del azar.


2. La indefensión ante lo incomprensible provoca la emergencia de lo simbólico. Lo simbólico da sentido a la realidad, a través de la emergencia de la imaginación ritual (Ricoeur, 1990: 13). La creación de un campo simbólico permite ordenar, categorizar lo invisible de la fuerza incomprensible, permite visibilizarlo, darle forma y sentido, materializarlo, hacerlo coincidir con la imaginación y, en un acto no razonado, en un deseo de control casi primitivo, atraparlo para destruirlo.


3. El mal: ojo que me mira sin que yo lo pueda ver. El ojo ejerce un poder insoportable sobre el alma: le presenta su vacío. La vulnerabilidad aparece con el excedente de visibilidad para esa mirada. La maldad es el ojo que mira. El ojo se dispersa en el aire, la fuerza amenazante es ilimitada: la pupila es infinita.


4. El huevo, con su forma eterna, encerrada en sí misma, es un dispositivo que retira la mirada que se encuentra en el aire, acariciando, en un acto ritual, especie de danza y rezo, la superficie del cuerpo físico. El huevo es un ojo táctil y una aspiradora de maldad cósmica.


5. Las fuerzas cósmicas o vibras (o energías meta-dimensionales) incomprensibles e incognoscibles, esas que están en el aire y que miran sin que uno las pueda ver, se han disminuido con la potencia sacra del huevo: absorbente dispositivo de miradas omnipresentes, traductor de la no-visibilidad del mal en la visibilidad de su símbolo. El huevo hace la conversión simbólica del caos en orden, ejerciendo la transformación de la incomprensibilidad en comprensión, de la sensación de indefensión en una imagen que, sin dejar de remitir al mal en el aire, provoca la sensación de dominio, pues es evidente y cabe en un vaso de cristal. El huevo me salva.


6. El huevo es el arte.



Epílogo:


El amuleto contra el mal de ojo es una semilla vegetal a la que se le llama “ojo de venado”, que generalmente la encuentra uno en los mercados casi de cualquier ciudad o pueblo del país, y la venden atada a un cordón rojo. Puede haber versiones que incluyan un santito que acompaña la semilla. El color del cordón es importante. Rojo. Se coloca en la muñeca, a modo de pulsera. Si el mal persiste se trabaja el ritual pero con un olor: los calzones del papá del bebé se añaden a la limpia, pero se usa sólo en caso de que el tacto del huevo y la evidencia de los ojitos en el vaso, no sean suficientes.




Bibliografía:

Ricoeur, Paul (1990) Freud: una interpretación de la cultura. Siglo XXI Editores. México.



*ANEL MENDOZA PRIETO (Ciudad de México, 1980) Investigadora en libertad, maestra en Estudios Visuales, indaga temáticas generalmente marginales a través de métodos siempre improvisados. Le interesa la ruptura de los sistemas pedagógicos opresores, sobre todo en la enseñanza del arte. No respeta autores, más bien usa su pensamiento. Es profesora de arte y lenguaje, especialista en oratoria performática y escritora obsesionada con el error. Universidad Autónoma del Estado de México. Dato de contacto: anelesanel@gmail.com


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